El tintineo de una campanilla, una sofocante ráfaga de aire y el estremecimiento de la puerta al cerrarse anunciaban la llegada de un hombre que huía de su presente. Ese hombre era yo, tan solo un desconocido más. Podéis llamarme Mr. Nada. El dueño de la tienda apenas me dedicó una mirada, y con su rostro uno podía adivinar que estaba cansado de la vida. Un hombre esclavo de lo que calla, no tan diferente a mí. Nuestros silencios se saludaron en voz alta.
Observo fascinado la primera
réplica española de Excalibur forjada
con acero toledano, un cuchillo perteneciente a la antigua realeza borbónica o
un MP 28 II utilizado por el bando republicano durante la guerra civil. Tantas
armas con las que poder combatir contra mis enemigos, pero ninguna para
combatir el paso del tiempo.
Una tienda de antigüedades era el
lugar perfecto para huir del presente y sumergirse en el pasado, poder luchar
junto al temible caballero Lancelot mano con mano, o cenar entre la nobleza y
observar latir la sangre azul bajo un manto de falsa cortesía y de
conversaciones esquemáticas, tras las cuales uno difícilmente podía adivinar
sus verdaderos deseos y aspiraciones, o luchar nuevamente en el bando
republicano por valores que al principio parecen vale toda la sangre que se
pueda derramar, pero que se vuelven nimios cuando a uno le pesan las pérdidas.
Pero siempre para volver al
presente, aunque sea con el simple ruido de una niña manoseando un libro. Que
suerte tiene, todavía es atemporal, no pertenece a ninguna época. Si alguien le
dijese que las guerras se libran con espadas y que los magos y los dragones
existen en tierras más lejanas, podría creérselo fácilmente y vivir en el
pasado como si fuese el presente. Yo ya estoy condenado: No importa lo
maravilloso que sea el pasado, siempre se me antojará lejano y tarde o temprano
algo me terminará devolviendo al presente.
El presente, había llegado la
hora de enfrentarse a él, no más huidas al pasado. Debía salir cuanto antes de
allí, pero primero, necesitaba un arma para enfrentarme a él.
El silencio de Baltasar estuvo a
punto de romperse al ver salir a aquel hombre con un libro en la mano que no
había pagado, pero cambió de idea al ver sobresalir por el centro del libro una
de las notas de su nieta en la que se podía leer:
¿Cuál es
el precio de la vida?
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