domingo, 21 de octubre de 2012

Inherentemente egoístas

Si definimos como egoísta a toda aquella persona cuyas motivaciones sean únicamente autointeresadas y que sea incapaz de realizar acciones completamente altruistas, la raza humana sería egoísta. Es evidente que la mayoría de las acciones que realizamos son egoístas, puesto que cada uno debe preocuparse de su propia supervivencia. No se hace necesario el uso de ejemplos en este caso.

No obstante, existe otro grupo de acciones que a primera vista pueden parecer de origen altruista. Un ejemplo claro y directo es ayudar a otra persona ''desinteresadamente''. Cuando ayudamos a alguien sin pedir nada a cambio, estamos llevando a cabo una acción supuestamente altruista. Sin embargo, el llevar a cabo esta acción nos hará sentirnos mejor con nosotros mismos, que al fin y al cabo no es más que otra manera de ser egoísta, puesto que nuestra motivación podría ser sentirnos mejor con nosotros mismos.

Además, esta acción hará que la percepción de nuestra persona mejore por parte de aquel al que estamos ayudando, sin contar que muy probablemente nos terminará devolviendo el favor tarde o temprano, puesto que de alguna manera se sentirá en deuda con nosotros.Por ello, esta acción ''altruista'' resulta ser al fin y al cabo fruto de nuestro egoísmo, aunque algunos intenten engañarse a sí mismos, en el fondo, detrás de todas nuestras acciones, se esconde nuestro egoísmo, que siempre busca el beneficio propio, incluso en las acciones que aparentan ser completamente altruistas.

Cabe entonces preguntarse, ¿siendo tan egoístas, como es posible la existencia de la sociedad? Ah, amigo, buena pregunta. Pero tras un simple razonamiento llegaremos a la conclusión. Es evidente que los humanos son más efectivos y son capaces de alcanzar mayores logros cuando se encuentran en sociedad. Solo hay que mirar alrededor y compararnos con la Edad Media, o con la Revolución Industrial. Las evoluciones que se han obtenido gracias a la sociedad son evidentes. Debido a esto, se hace necesario para el ser humano vivir en sociedad, puesto que esto le otorga más ventajas y facilidades y tiene más probabilidades de sobrevivir, algo que fácilmente se relaciona con el egoísmo.

Aún así, nada es blanco ni negro, ni el egoísmo es la única motivación detrás de todas nuestras acciones. Que el egoísmo forme parte del altruismo no tiene porque hacer que se valore menos al altruismo, aunque probablemente ocurra, como demuestra Kelley con el Principio de disminución, que dice que ''el papel percibido de una causa sobre un efecto dado disminuye si hay otras causas presentes''. Un ejemplo simple es el de un comerciante que viene nuestra casa para vendernos un cierto producto y muestra una gran amabilidad. En este caso otorgaremos esa amabilidad al hecho de que intenta vendernos algo, apreciando en menor medida su simpatía.

Por todo lo anterior, hemos de aceptar que somos inherentemente egoístas, sin que esto implique que no existan buenas intenciones en nuestras acciones.

2 comentarios: